Los primeros pasos a partir de varios factores desencadenantes:
• el importante aumento de niños pequeños diagnosticados como Trastornos Generalizados del Desarrollo (TGD) derivados para realizar la evaluación y tratamiento fonaoudiológico.
• la evidencia progresiva de que muchos de los niños con dicho diagnóstico presentaban dificultades en el lenguaje que incluían fallas pragmáticas pero con indicadores claros de no reunir criterio para el compromiso del lenguaje esperable en un perfil de TGD. Esto se acentuaba aún mas en el caso de niños con pobre desarrollo en funciones ejecutivas o habilidades sociales o cuando aún no se contaba con los resultados de estuidios necesarios para descartar posibles comorbilidades (Ej. estudios auditivos, genéticos, etc). Ver artículo
• la convicción de que era necesario realizar una evaluación neurolingüística que contemplara un análisis sistemático, cuanti y cualitativo, del aspecto pragmático a edades tempranas, junto con el análisis sistemático del resto los aspectos del lenguaje (fonológico, léxico semántico y morfosintáctico) para, desde ahí, contribuir al diagnóstico diferencial de compromisos del lenguaje en niños con dificultades pragmáticas en la clínica fonoaudiológica.
Dichos factores influyeron para que las autoras dieran inicio a un protocolo de investigación focalizado en el diseño de instrumentos de evaluación pragmàtica. Destacaron que el pragmático es un aspecto más del lenguaje como lo es el fonológico, el léxico semántico o el morfosintáctico y que, por ende, requiere en sí mismo rigurosidad de análisis. El concepto de acto de habla, del filósofo John Austin, se hizo esencial para llevarlo a cabo.
También la competencia pragmática puede verse afectada en pacientes de cualquier edad, con compromisos del lenguaje de distintos tipos y grados y que las causas de estas dificultades también pueden ser variadas. Todo lo expuesto se tornaba significativo, especialmente, en relación con los diagnósticos diferenciales a edades tempranas ya que tener dificultades pragmáticas no es condición suficiente para incluir a un paciente dentro de un diagnóstico determinado (Ej. Trastornos del Espectro Autista). Sólo es condición necesaria. Sí bien esto era considerado una obviedad, la evidencia clínica mostraba lo contrario.
Las autoras partieron del convencimiento, de que desde la investigación clínica había que contribuir para destacar que entre los niños que manifiestan dificultades en la comunicación, tanto verbal como no verbal, existe una gran variedad de casos clínicos posibles:
aquellos que presentan un trastorno específico del lenguaje;
otros cuyo déficit lingüístico responde a causas orgánicas identificadas (neurológicas, auditivas, genéticas, etc.)
otros en los cuales el lenguaje está comprometido en comorbilidad con distintas funciones (atención, memoria, funciones ejecutivas, habilidades sociales, etc.) que influyen de modo directo en el desarrollo de la función comunicativa. Quizá se dé, en el caso de la comorbilidad, el mayor grado de complejidad por el tipo y cantidad de conductas afectadas en pacientes que tienen un perfil de trastorno del desarrollo, como en el caso de los Trastornos Generalizados.
Se abordó un trabajo interdisciplinario con el enfoque teórico de la Lingüística Pragmática, la Filosofía del Lenguaje y la Psicolingüística en relación con el desarrollo del lenguaje infantil, tanto normal como patológico. También la revisión de investigaciones, así como de propuestas teóricas basadas en el estudio clínico, para revisar y redefinir los criterios taxonómicos y conceptuales de los trastornos de la comunicación infantil (Wing, 1997; Bishop, D., 1989 y 2000; Rapin & Allen, 1998; Conti-Ramsden, G. et al.2005).